LA POESÍA ES LA SEÑAL WOW!
Publicado por Julio García Caparrós
Para los que ya tenemos una cierta
edad y la carrera espacial o la contemplación de los cielos es una pulsión casi
invencible, será difícil olvidar la fecha del 15 de agosto de 1977, en la que
el radiotelescopio Big Ear de Ohio registró la señal de radio más potente y
extraña descubierta hasta ahora en el programa SETI. La que se denomina Wow!
por la exclamación con la que la subrayó un astrónomo. Wow! significa lo
improbable, lo maravilloso, aunque el triste deber de la ciencia sea el de
domesticarlo. Por ejemplo suponiendo que, dada la longitud de onda que se
explorada, haya sido producida por la reentrada en el sistema de dos cometas y
por la emisión de dos potentes nubes de hidrógeno al tomar contacto con la
radiación solar. En cambio hay un Wow! que permanece ajeno a cualquier
conjetura capaz de disminuir su potencia salvaje. Me refiero a la poesía misma,
que es la que nos llama y hace señales del modo más auténtico desde el libro
«Materia», el poemario publicado por el joven científico Álvaro Álvarez en la
siempre prodigiosa STI Ediciones de Javier Cinca Monterde (¡Larga vida al
Sindicato de Trabajos Imaginarios!), con un lúcido prólogo de Emilio Pedro
Gómez, a su vez haijin y matemático. El libro está reinscrito, como el mensaje
enviado en una botella, con una ilustración de Rubén Otal, muy rica en
simbolismos y con una estética muy under, que sirve de cesura entre las dos
partes del poemario (Transmutación y Dilución) en las que casi se diría que la
ciencia le lanza un beso furtivo a la alquimia. Álvaro Álvarez nos emociona con
ese oxímoron que proviene de la pérdida. Como un kaddish musitado en medio de
la quimioterapia y del implacable segundo principio de la termodinámica. Solve
et coagula. Ya estamos preparados para la dilución. Una que es una Lössung, una
disuelta solución arrancada a la aporía del infinito. La poesía es el oráculo,
la explosión que trepida por ejemplo en el Bing-Bang del poeta cubano Severo
Sarduy, quien me venía a la memoria al leer esta «Materia» de Álvaro Álvarez. Y
el oráculo, como bien sabe Heraclito de la roca délfica, no dice verdad ni
mentira sino que hace señales: Wow!/ ¡Guau!